25 de marzo de 2015

Angle* (Barcelona)

El hermano pequeño de Abac


Situado en el primer piso del hotel Cram de Barcelona (calle Aragó 214), se encuentra el Angle, el ‘hijo menor’ de Jordi Cruz, abierto en Barcelona desde 2013 y anteriormente situado en Sant Fruitós del Bages.

Aunque con la misma marca de vanguardia y creatividad del Chef, no creo que el Angle tenga nada que envidiar al Abac (su dos Michelin en Barcelona).

Igual mis expectativas también estaban muy arriba por ir consciente de comer en una estrella Michelin y por la fama y renombre de su cocinero, pero tuve la sensación de que me faltó algo, no por su merecida estrella.

Jordi Cruz ya lo catalogó como un restaurante de su misma línea, más informal aunque igualmente gastronómico, que mantendría en carta algunos de los platos más clásicos del Abac, dónde el verdaderamente tiene la cabeza (y el cuerpo) y su escenario y laboratorio de creatividad.

La sala está decorada con tonos claros, mesas anchas y redondas, con un ambiente muy puro y relajado que inspira tranquilidad.


El servicio es exquisito en todo momento, fuimos atendidos amablemente y los platos vinieron rápido y sin esperas; la combinación de sabores y texturas sorprendente e interesante en casi todos los platos. Algunos demasiado sencillos o comunes, otros aprovechando técnicas o productos extranjeros, de un extremo al otro.

El precio del menú degustación es de 80€, fui con mi padre y mi madre y terminamos pagando 300€. Sumando una copa de cava, el vino, agua, servicio de pan, aceite y mantequilla (10€) y cafés.

Burbujas de Bloody Mery con sorbete de apio y lima. Ya había probado el famoso sorbete, enlace de sabores muy fresco y sugestivo, sencillo pero y genial para abrir el apetito.  

Ceviche de Amachi con cerezas. Un pescado japonés muy suave con fresas, no cerezas (las hubiera preferido, aunque sin ser temporada era lógico el cambio) un plato muy plano, nada especial. 


Focaccia con boletus crudos y foie con consomé de Albidium Pico. Una fina lámina crujiente y quebradiza, ideal con el foie, muy sutil con los champis que lo cubrían, mucho sabor y me encantó. El consomé de trufa un poco desaborido pero completaba el trío setas-foie-trufa.

Tartar de caballa marinada con ajoblanco helado, ajo negro y balsámico. Un gran enlace entre la caballa y el helado, que refrescaba la grasa de la caballa, no recuerdo nada de ajo negro.
Carpaccio de gamba mediterránea con texturas de pan con tomate. Aunque la gamba era tremenda no me gustó el plato. Las texturas: bizcocho en sifón de tomate, demasiado potente y sabor a húmedo, helado de tomate bien pero muy sutil, y pepitas un poco fuera de lugar.

Papillote de espárrago blanco y bacalao con agua acidulada de setas. Un conjunto sensacional, muchísimo sabor, cremoso y a la vez crujiente con el toque de puerro.
Yema de huevo curada con ibéricos. Brutal es quedarse corto, clásica unión patata-jamón-huevo y a la vez renovado. Todo mezclado haciendo un revuelto era para secarse las lágrimas. Un poco más de rúcula para limpiar hubiera ido bien.


Tsukadani Thai de pelaia con esferas de curry. Curiosa manera de presentar la piel aparte y muy crujiente, el pescado suave, el jugo buenísimo y más potente, las esferas mezcladas con él apenas tenían sabor. 

Lágrima ibérica marinada con miso, berenjena y  piel cítrica. Otro para llorar,  la carne jugosa y tierna acompañada de una salsa que potenciaba aún más su sabor y la berenjena quemada y el puré de berenjena terminaban de dar ese sabor ahumado y asado de brasa. Se me hizo muy corto... El cítrico tampoco se notaba. 

Coco, yuzu, yogur y fresitas. Refrescante y cítrico con un buen toque de dulzor.

Espuma de queso de cabra con helado de miel y piñones y romero. Composición salada versionada a postres, riquísima la espuma, poco dulce y nada pesada (casi se podría poner por igual en una ensalada) ideal con la dulzura de la lámina crujiente y la miel, pero el romero quedaba muy escondido. Volvería para recordarlo. 

Pintalabios de petit four. Sorbete 'granizado' creo recordar que de cereza. Bueno pero sencillo. 

Petit Fours. Bombón de chocolate blanco, roca de chocolate con toffe, crujiente y buena pero el caramelo apenas notable, y golosina de cítrico muy suave.
Mi expectativa cayó un poco, esperaba algo más poco corriente para unos petis de Michelin. 
En resumen ha sido una buena experiencia pero cuando vas con las expectativas altas es más difícil igualarlas que quedarse por debajo. Algunos de los platos merecen la visita hay detalles que me hacen desear un poco más de Jordi Cruz. Todos los platos llevan hojas o plantas (y varias veces la misma); sea por cuestión estética o gustativa, no hacen falta como norma en cada plato. Y el crumble también se repite en varios platos como soporte de los helados y sorbetes. 

De todas formas estoy ansiosa por dejarme caer por el Abac y ver la diferencia entre uno y otro, aunque ambos sean la misma expression artística de Jordi.  

2 comentarios:

  1. Que buena pinta tiene todo. Yo estuve en abac por el 25 aniversario de casados de mis padres y me gusto mucho, pero es cierto que hay ingredientes que repite en muchos platos.
    Un saludo :)

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  2. En fin, por ochenta euros yo creo que sinceramente, a demás de talento en los fogones(fogón poco en los platos estos)pues también pediría materia prima, champiñones, ajoblanco, caballa, cane de cerdo y en lágrimas que se te caen al ver que no vas a usar el cuchillo,fresas porque están fuera de temporada las cerezas? No se, pero si el comensal sale contento que es lo que cuenta, pues vale.

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